Pero entonces llegó la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, que parecía abrigar la promesa de hacer crecer la producción independiente y brindar nuevas oportunidades de realización y además, de transmisión a través inclusive de los canales más importantes. Algunos se hicieron ilusiones. Sin embargo, el tiempo se encargó de demostrarnos que serviría más bien como un instrumento político para anular la creatividad y la inversión en los contenidos.Y se detuvo el tiempo en la televisión venezolana, pues desde entonces no ha habido más que contracción y retroceso.
Estos, a mi modo de ver, son algunas de las experiencias televisivas de fin del siglo pasado e inicios del presente, que podían haber llevado nuestra TV a otro nivel de creatividad, calidad de producción e interés en el mercado global. La mayoría, como todo producto rompedor de esquemas, programas con sus detractores y sus fans.
- Ni tan tarde (1999-2001): es quizás el precedente de todo los demás programas aquí mencionados. Fue de los pocos programas dedicados a una generación joven desde Sonoclips, una generación que había crecido escuchando a otra generación de locutores y programas irreverentes en la radio, entre los que estaban Luis Chataing y Érika De La Vega, sus conductores. Durante años, ese mismo grupo etáreo anheló que se volviera hacer algo parecido, hasta que en 2013, apenas, se logró el regreso de ambos personajes a la franja nocturna, pero esta vez por separado.
- Zona Otaku (2001): este programa de concurso tenía dos cosas de vanguardia, estaba dirigido a un nicho muy específico, los fanáticos de la cultura del animé, llamados precisamente, “otakus” y proponía la interactividad con la audiencia, a través de un chat, cosa inédita en el país para el año 2001. Era conducido por el hoy serísimo narrador de noticias Román Losinzki, vestido con camisas ilustradas con personajes alusivos al tema. Fue una de las primeras veces que los venezolanos vieron sus mensajes reflejados en la pantalla del televisor. Parece incréible pensar que tuvimos un programa para un nicho tan específico.
- Los Últimos (2001): serie dramática de corte familiar completamente hecha en formato de cine, lo que fue una novedad para la televisión, dirigida además por el conocido director de cine Beto Arvelo, y rodada en los Andes venezolanos, con gran parte de sus secuencias en exterior. Una apuesta única en su estilo.
- Destinos Musicales (2001): un recorrido por Venezuela para mostrar lo mejor de su folklore musical, con una gran calidad técnica. Fue una producción independiente de Pimentón Films, empresa creada por el conocido locutor y animador Eli Bravo. Si bien existía un programa que lo antecedía en el género de viajes (Bitácora, 1994-2007), este fue hecho con un claro corte de interés internacional, y de hecho, luego de su transmisión a Televen, la serie fue vendida a People&Arts y a Sun Channel, ambos canales internacionales. Uno de los casos que demuestra que inclusive antes de la Ley Resorte y el reglamento de los PNI en el país estaba creciendo la producción independiente.
- Planeta de 6 (2001-2002): era, en síntesis, una versión criolla de “Friends”. El formato, como tal, no tenía nada de novedoso, ni tampoco era la primera vez que en Venezuela se intentaba adaptar la comedia situacional, tan inherente a la cutura gringa (ya había habido varios intentos medianamente exitosos en los 80 como “Leonor” y “Kiko Botones”) pero fue la única oportunidad para los venezolanos de nuestra generación de asistir a la grabación de un sitcom en Venezuela, además bien podría haber precedido experiencias mejoradas del mismo género. La más conocida del elenco: Ana María Simon.
- Chatódromo (2003): una apuesta de RCTV que duró muy poco, en muy momento ya difícil para el canal. Se transmitía en vivo, y su atractivo principal era la promesa de interactividad con el público. Los mensajes de la audiencia podían aparecer en vivo en la pantalla, una apuesta demasiado arriesgada con la ya vigente Ley de Contenidos.
- Noche de perros (2003-2005): de los poquísimos ‘late shows’ con los que ha contado la TV venezolana. Y el único 100% dedicado al público masculino. Fue el programa que le dio la fama a Jean Paul Leroux, hoy reconocido actor en Latinoamérica. Se lanzó una nueva edición en 2008 con sólo uno de los conductores de la versión original pero fue cancelada por falta de audiencia.
- Las Rothenmayer (2004-2005): fue la respuesta “feminista” al late Show Noche de Perros. Lo novedoso es que era un formato programa de ficción humorístico, y mitad programa de entrevistas. En él, “Doña Gumersinda”, un personaje encarnado por el actor Josúe Gil que ya era conocido en la farándula, hacía de excéntrica abuela y matrona de una familia compuesta sólo por mujeres, la periodista Ángela Oraa era la madre de dos jovencitas sin remedio: la exconductora de Sin Flash TV, Nani Montero y la fallecida miss Eva Ekvall, que recibían invitados especiales en su set para unas participaciones nada convencionales.
- El Dr. G y las mujeres (2007): de los últimos intentos de RCTV por ganar audiencia antes de su salida de la TV abierta. Una comedia situacional (sin público en estudio) en la que Luis Fernández es un psicólogo que intenta conocer a fondo el universo femenino a través de sus pacientes. Bien podría haber hecho parte de la ola de producciones humorísticas latinoamericanas de estos últimos años. En el mercado internacional no le ha ido tan mal, pues se ha vendido a algunos canales internacionales y plataformas de streaming.
Hoy, como productora, guionista y monitor de contenidos, me sorprende ver que muchas experiencias similares a estas de la lista, en 2014 son novedad en otros países del continente y se venden en los mercados internacionales como pan caliente, claro que en calidad HD y con temas actualizados. Como me dijo Ed Vill en nuestro almuerzo, “nos quedamos con las ganas” aunque no estuvimos tan lejos. No hace tanto tiempo.
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